Siempre ha sido costoso conseguir el éxito y el reconocimiento en el mundo de la pintura, si bien considero que antiguamente en el Renacimiento, el Barroco o posteriormente en el Realismo, los que tenían verdaderas cualidades y eran buenos en sus ejecuciones artísticas, acababan triunfando en su gran mayoría. No es así actualmente, entre otras cosas porque muchas cosas han cambiado en el mundo del arte, además de todas las dificultades inherentes y propias de la carrera de un artista en cualquier época, hay que sumar que desde el siglo XX las personas que ambicionan abrirse camino en el proceloso mundo de la plástica son multitud, en España podríamos contar grosso modo con varias decenas de miles, con lo cual la lucha es titánica por hacerse un hueco para sobresalir, la competencia es brutal, y la oferta de propuestas es muy superior a la demanda, mientras que antiguamente los que se dedicaban al oficio de pintor eran minoría, y, por añadidura, si demostraban su valía, antes o después conseguían clientes o mecenas.
También tiene gran importancia que, dadas las nuevas tendencias artísticas, donde todo vale, y más si cuenta con un buen marketing, la irrupción en el mundo de la plástica de muchos diletantes e impostores sin valor alguno intrínseco en sus obras, sin oficio, sin ideas o mejor con unas ideas de lo más absurdo, a las cuales dan carta de naturaleza y ponen en valor comisarios y críticos con intereses espurios, estos últimos y aquellos otros vienen haciendo mucho daño al mundo del arte, dando por bueno cualquier bodrio.
En medicina hay un aforismo primum non nocere (primero no hacer daño). Este principio se lo deberían aplicar muchos de esos “artistas” que invaden el mundo del arte, confundiendo al personal, intoxicándolo con sus absurdas realizaciones e impidiendo o minusvalorando a otros artistas de contrastada calidad, pero que quizás no cuentan con el apoyo de influencers.
En resumen, la competencia ha aumentado de forma exponencial y muchas veces de forma desleal.
Pedro Ortiz
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